En los
últimos días, hemos sido testigos de una nueva arremetida de reducidos pero
influyentes grupos de poder, que en esta ocasión apuntan sus críticas a la
Reforma Laboral. Sostienen que su implementación acarrearía incertidumbre entre
el empresariado en un contexto mediado por la desaceleración económica y que,
por tanto, atentaría contra la estabilidad y el empleo.
Los
argumentos para retardar el momento de las reformas laborales son, básicamente,
siempre los mismos. En tiempos de bonanza, se afirma que no es necesario
cambiar. En tiempos de crisis, se sostiene que el cambio es un riesgo demasiado
alto.
Los
trabajadores de Chile necesitan y merecen una reforma que les otorgue las
garantías y certezas que por mucho tiempo han esperado y que, por distintas
razones, siempre han visto postergadas. Sus logros en el tiempo han costado
esfuerzos, sacrificios y vidas.
Han
pasado décadas, y si bien Chile ha experimentado cambios importantes en el
trato laboral, la deuda con los trabajadores sigue arrojando un saldo impago.
Si el
país quiere ponerse al día con sus trabajadores, es imperativo quebrar el
status quo que favorece a quienes controlan las empresas y administran el
funcionamiento de la sociedad de mercado, pero que –explícita o soterradamente-
perjudica a la enorme clase trabajadora.
La
opinión de los grupos de poder en la discusión de la reforma laboral,
anticipando un catálogo de efectos negativos tas vasto como irreal, pretende
instalar la idea de que si les afecta a ellos, nos afecta a todos, y que la
Reforma Laboral es la nueva gran amenaza para el país. El costo de mantener las
cosas tal y como están deben pagarlo, una vez más los trabajadores.
La
Reforma Laboral no tiene por propósito remover de modo violento las estructuras
sociales, ni poner en una situación de injusticia a los grandes empresarios.
Por el contrario, se trata de un ejercicio de nuestra vida democrática
encauzada a través de mecanismos institucionales y no por la presión de una
minoría alineada con la defensa de los intereses de los poderosos de siempre.
Es
comprensible que exista cierta inquietud ante los cambios. Las reformas tienen
por propósito modificar el orden de las cosas, y sin duda en este proceso habrá
quienes vean sus intereses particulares afectados.
Muy
distinto, y lamentable, es que se quiera generar la percepción de que la
Reforma Laboral atenta contra el empleo y la estabilidad económica y que pondrá
en entredicho el funcionamiento del país.
Chile
no puede seguir aceptando que algunos privilegiados tranquen la puerta con el
pie, para impedir la generación de una sociedad más inclusiva y democrática. La
voluntad política debe ser la expresión de lo que ha pedido el país. Hay un
solo momento para hacer las reformas que el país necesita. Hic et nunc. Aquí y
ahora.
Rabindranath
Quinteros Lara
Senador de la
República
http://quinterossenador.cl/
Columna publicada en El Ciudadano, 24 de septiembre de 2014.
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